Mi pequeña gran Victoria jugaba a las mamás con su bebé "Manolito". Le cambió el "petete" (paquete), le hizo el "ñam ñam", le hizo "no-no" y me lo trajo, finalmente, para que le dieramos de comer otra vez los macarrones. Mi hija está creciendo más deprisa de lo que yo esperaba y lo que más me sorprende de toda esta historia es que por mucho que yo diga o haga, Victoria es un ser completamente independiente a mi y hace y dice las cosas ya por su más pura razón. Con esto me refiero a por ejemplo bufar cuando algo no le sale y acabar la frase con un "mecachis" inocente.
¡Qué rápido pasa el tiempo! hace 2 días no tenía dientes y bueno, imagino que dentro de nada me pedirá 100 euros para comprarse unos pantalones, y yo la seguiré viendo como aquel bebé canijo en mis brazos, buscándo mis pechos para alimentarse o abrazada a mí en el sofá viendo la tele y dándome besos a diestro y siniestro.
Mi pequeña gran Victoria, la cosa más hermosa que he hecho en mi vida, me ayuda a soñar. Muchas veces la imagino que se va, que se marchará a otra ciudad a estudiar y que no podré soltar ni una sola lágrima de tristeza por su marcha, ya que yo y solamente yo deberé animarla a que vuele, a que haga su vida. ¡Qué dura es la vida de madre!
A veces tengo miedo de imaginar por si mis sueños no se cumplen, también pienso que es injusto que la anime a hacer todo lo que yo no hice a compartir mis sueños no realizados por los desvaríos de la vida. Que estudie, que viaje, que se enamore, que baile hasta altas horas de la mañana. Que se forme para trabajar en cualquier país del mundo, que sea libre, independiente, autónoma. Que no le tenga miedo a nada, ni ascos. Que no se asombre por lo visto. Que llore ante una película de amor, que sienta su cuerpo en cada encuentro. Y sobre todo y ante todo, que tenga ganas de verme, de seguir abrazándome y de darme esos dulces besos como ahora.
Mi pequeña gran Victoria, el ser que me hace querer ser mejor persona, se hace grande y fuerte, se hace mayor cada día, su reloj no para, va más rápido que el mío. Quisiera pararlo, pararme a observar, aceptar, pero no puedo, no puedo parar el tiempo, nisiquiera puedo memorizar cada uno de sus detalles, de sus caricias. Recordar cada una de sus cositas hermosas que me hace.
Ayer noche me dió una conferencia en la ducha. Vino a buscarme y me contó no sé qué de su "Manolito" con los pies cruzados y los coditos apoyados en mis rodillas, mientras sus manos hacían un vaivén hermoso, se cruzaban, se volvían otra vez. Qué hermosa criatura.
Quisiera algún día poder contarle todo esto, pero no puedo parar el tiempo y la verdad es que tampoco quiero hacerlo.
Te quiero mi vida.
2 comentarios:
como disfruto leyendote Juana ;) te mando muchas gracias y abrazos!
gracias guapa, muchas gracias... como te digo en el otro post, ya ha pasado mucho tiempo de todo esto, madre mía, si antes me quejaba de lo mayor que estaba ahora se pinta las uñas sola.. Besos
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